Afortunadamente, a medida que caminé fui descifrando que Dios no necesariamente debía ir a buscarlo a una cuantas cuadras de mi casa, que por cierto la iglesia era mi vecina, igual que el parque.

Y en ese triángulo viví pensando que una oración, una visita dominical a ese recinto con olor a candela que a veces provocó mareo, era mi pasaporte a seguir ignorante de lo espiritual.

El recorrido me ha permitido entender que estuve buscando la salvación externamente con una serie de hogueras dentro, caminaba, pero la realidad seguía gateando, creo que es lo que sucede con el ciudadano común, nos encontramos perdidos, acudiendo a encuentros, ritos, congregaciones, misa, grupos de reflexión, etcétera.

Es natural que los seres humanos busquemos la verdad, aunque sea subjetiva, yo deseo compartirles la mía.

No sabría decir cuánto hace que no visito una iglesia católica, no necesariamente eso implica que me aleje de Dios, no, al menos eso creo, he visitado otros espacios donde recreo mi mundo espiritual y sigo escudriñando cada espacio para intentar progresar y equiparar las fuerzas de la razón con las que no se explican fácilmente y cada vez más refuerzo, que es el ejemplo de quienes recitan, expresan o dan testimonio de sus vidas y de otros, lo que realmente me ha convencido para entender e incorporar salud espiritual a mi vida.

He visto un líder de una organización que habla menos y actúa más, que ostenta menos lujos y produce más riqueza, que se promueve poco e impacta masivamente, que tiene menos seguridad y esta más protegido, que vive más en la tierra, pero está muy cerca de Dios, que habla poco, pero es directo y contundente, que no se cataloga como reformista, pero está generando nuevas concepciones en la organización de la iglesia católica.

Por ello he decidido confesarme, ahora no arrodillado frente a un cura a quien muchas veces no le vi su rostro, no, ahora frente a usted, como excusa, porque entendí que la verdadera confesión es cuando hablas contigo mismo.

Reconozco que cada vez que veo las acciones del papa Francisco, las candelas de la iglesia católica reviven y confío que con un líder de esa talla estaré feliz de volver a decir que soy católico, no por la iglesia en sí, es por ese líder al cual me uno, para que me considere su aprendiz. En nuestras organizaciones pasa lo mismo, no estamos en una empresa por ella, nos enamoramos, apasionamos y damos nuestro tiempo, dedicación, creatividad y energía por algo que observamos que vale la pena seguir.