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¡Y el cambio qué!

¡Y el cambio qué!

rybs 29 abril, 2014 0 comments
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Podemos hablar de cambio social, climático, químico, político; a mí me corresponde hablar del organizacional, de ese que sucede en los grupos de personas que tienen un fin determinado o que pretenden obtenerlo a través de un tipo de estructura. Desde esa perspectiva, hablo de lo fundamental del cambio y lo definitivo que es usted como participante/actor en dicha estructura o empresa.

Todos pertenecemos a una estructura, entendida como un conjunto de relaciones que sostenemos con otros semejantes, llámese familia, empresa, comunidad, etc. Y en ese espacio el cambio está presente, lo interesante es reflexionar cómo nos va con ese fenómeno. En las familias y/o empresas donde el cambio es parte de la cultura se vive y crece mejor, cambiar hace parte del día a día, y de esas personas hemos aprendido cómo incluir el cambio en la vida.

El cambio requiere entender que no se puede renovar todo a la vez, un día está hecho de infinitos momentos y es más sencillo decidir cambiar solo uno a la vez. No intentes cambiar todo lo que haces en una hora, cambia solo unos minutos de esa hora. No intentes de entrada cambiar todo lo que llevas a cabo en la semana, pero si puedes inicia con un día de esa semana, o con una fracción del día.

Cuando comenzamos a cambiar un solo minuto de esa hora, impactamos en esa fracción de tiempo. El cambio requiere una comprobación de los beneficios, y si todos queremos cambiar rápido, allí puede estar la trampa. El hábito se resiste a ese cambio intempestivo, recuerde que el cerebro se debate entre el placer y el dolor, y el hábito existente, ese que deseamos cambiar, tiene un acomodo, que es calificado como placer, y será así hasta que no empiece a gozar del nuevo cambio. Por ello se recomienda poco a poco y con persistencia.

El primer mito que debemos desmontar es pensar que el cambio es difícil, costoso y doloroso. El cambio es lo más positivo y maravilloso que ocurre en el humano, construye disciplina y demuestra la sabia adaptación humana a la transformación, para reencontrase perdurable en cada momento.

La diferencia entre una forma y otra es que el rápido puede conseguir un resultado igualmente veloz, pero es percibido como poco placentero —dietas exigentes, ejercicio forzado, rutinas molestas— que no se quiere repetir. En el caso del segundo, poco a poco, con fracciones de tiempo que se adaptan a nuestro cerebro y cuerpo, se logra vencer la resistencia del hábito existente y cambiarlo por otro que poco a poco se va apoderando del placer que tenía el anterior. La gran ventaja es que si observa como placentero se querrá repetir y eso es disciplina, insumos indispensable para seguir cambiando.

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